La experta en arte Camino Paredes, Directora del Museo Gustavo de Maeztu de Estella y Ex Directora General de Cultura, retoma con Fermín Alvira Palacios (Pamplona, 1972) su itinerario por los lugares de trabajo de los artistas navarros más reconocidos.
2011
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Fermín Alvira, la nostalgia recorrida
EL recorrido de un artista no deja de ser el recorrido de un ser humano en búsqueda de sí mismo, por eso a veces se advierten titubeos, otras miradas hacia atrás y las más de las veces, pasos al frente valientes y decididos, arriesgando la mirada y el pulso, sin saber a ciencia cierta si eso supone un avance o un retroceso.
Fermín Alvira ha hecho un recorrido vital totalmente mimetizado con su recorrido artístico. Este hombre suave, fino en sus maneras, no ha temido romper lazos, pasar páginas y avanzar decididamente hacia donde su convicción le arrastraba, y lo ha hecho con una fortaleza asombrosa, sorprendente en su aparente liviandad.
Tras siete años en Bellas Artes, con dos especialidades, pintura y conservación, su paso por el Guggenheim despierta en él el placer de trabajar en un proyecto museístico, lo que le lleva a Cuzco en Perú, donde trabaja en el proyecto museístico de esa ciudad, trasladándose posteriormente a Pamplona para trabajar en la gestión cultural. La aventura laboral siempre ha ido acompañada de la práctica pictórica, en una simbiosis difícil de separar.
Una reafirmación
Tal vez por esto, en ella se observan los mismos giros, ansiedades y avances que en su vida, tal vez por eso, en este presente grato que habita, su obra nos descubre su reafirmación como persona y como pintor, porque Fermín Alvira es en este presente más él que nunca, más pintor que nada, lo que me permite leer en sus palabras estos versos de Benedetti: “En el centro de mi vida/ en el núcleo capital de mi vida/hay una fuente luminosa un surtidor/que alza convicciones de colores…/”.
Porque convicciones de colores y de formas son las que atesora Fermín en su quehacer diario. Desde su estudio, diáfano, y desde sus clases, reto diario, Alvira comparte y crea, elabora y enseña “mucho más que el manejo del pincel”, “todo me impacta, me interesa, me gusta”. Esa avidez, la misma que le nutre la mirada con las obras de “Zurbarán, Van Eyck, Gaspar David Friedrich, Joaquín Torres García, Edward Hopper, Rosenquist, Juan Genovés, Miquel Navarro, Miquel Barceló.”, es la que justifica sus escapadas hacia delante, también su fidelidad a la pintura “necesito la huella, el gesto”.
En sus últimas exposiciones he podido comprobar que este pintor delicado y angular ha llegado al punto exacto donde arranca el resto del camino, sus obras están muy meditadas, hay mucho de investigación y observación en ellas: “Me interesa tanto las imágenes trabajadas de forma naturalista, o incluso realista, como las imágenes creadas con la mancha espontánea de las pinceladas no demasiado controladas. Creo que ambas formas de crear imágenes figurativas tienen mucho interés y responden a mis necesidades de creación de una serie de efectos que después encontrarán su eco en el espectador”.
Esa preocupación por el receptor que alberga la obra de Alvira es fruto de una emoción sostenida y apenas insinuada, porque desde mi perspectiva, los cuadros de Fermín Alvira aspiran a convertirse en espejos mágicos. Espejos tangenciales, alejados de la búsqueda de la vida cotidiana, espejos en los que afloran reiteradamente, los vínculos que este artista navarro tiene con su yo más particular. No creo que juegue al despiste, simplemente la melancolía impregna todas sus visiones, en las que sin preocuparse demasiado por la verosimilitud de la escena, coloca figuras enigmáticas en lugares poco veraces: “La figura humana es la protagonista, en situaciones cotidianas, de paseo, descanso, relaciones. Son los habitantes de la ciudad y del espacio-cuadro. Me fascina la figura humana y la imagen que ofrece en medio del bullicio urbano. Siempre se puede encontrar una escena poética, de amor, de paz, de pasión o de acercamiento. Ahora me cautivan las personas”. Fermín Alvira se enfrenta a los personajes con una visión romántica, y a través de esos personajes “robados” se adentra en la soledad, intuyo que siempre es la misma soledad, esa que a través de los otros nos deja ver la nuestra .
El color, clave
Y en ese empeño, el color es otra de sus claves de creación: “Me interesa mucho el blanco, a veces de forma explícita, a veces algo manchado o velado. De alguna forma la limpieza, puede que hasta la “pureza”, que representa el blanco, me ayuda mucho a intentar alcanzar la imagen ideal que conceptualmente está en mi cabeza. Los tonos tierra y ocres siempre aparecen, buscando también lo terrenal, lo sucio y lo pictórico. A partir de ahí cualquier “golpe” de color-color es bienvenido”.
El tiempo también es importante en su trabajo, pese a que sus obras parecen atemporales, por los recursos que utiliza, lo cierto es que en pocos trabajos se puede apreciar tanto como en los suyos que es el “ahora” lo que de verdad estimula su concepto. Fermín se mueve instalado en los retos de su presente: “Hay un montón de imágenes que están esperando el momento del salto al formato cuadro. Unas lo conseguirán y otras no. Los proyectos siempre se agolpan. Me sobran ideas, me falta tiempo”.
El tiempo será sin duda un aliado en su trabajo, en su vida, Alvira reivindica su ahora, tal vez su recorrido vital y profesional ha sido un preámbulo, una preparación para este momento de reafirmación. No lo puede dejar escapar. Su obra actual, lentamente destilada, parece querer decirnos que miremos con atención, porque en el cruce de caminos que es la vida y el arte, Fermín Alvira ha encontrado su lugar, esa disposición de espíritu, que excluye cualquier otro interés, sin la cual ya es imposible dejar de trabajar, porque sólo hay un peldaño en el tránsito de la frialdad a la inspiración y en ese fragmento se encuentra su actual estado. Momento de esperanza, momento de emoción, nostalgia creativa, nostalgia positiva, motor y luz, esa “luz de mi vida” que llena su presente y es la ilusión de su futuro.